Hablar de celos, sean los propios o los ajenos, requiere valor y también honestidad. Hay celos en el miedo a ser decepcionado, y un presentimiento de que ese a quien tanto amamos, podría amar a cualquier otro igual que a nosotros. Los celos no son una pasión cruel e insignificante ni el síntoma de una baja autoestima, no obstante que así sea como suelen descalificarlos los moralistas. Todos aquellos que hayan experimentado los celos bien saben que no son ínfimos ni superficiales, delirantes o ridículos. Sin embargo, todo apunta a que los celos son una pasión inconfesable. ¿Qué hacer entonces? ¿Es necesario callarlos o, por el contrario, recurrir a las heroínas de la tragedia griega para reivindicarlos? A través de un recorrido por la historia de las ideas, Giulia Sissa nos revela tras los celos la intensa naturaleza del amor.
Celos son los que llevan a Medea a matar a sus hijos para vengarse de Jasón
Celos son los que ofuscan a Otelo al grado de matar con sus propias manos a su amada Desdémona
Celos son los que nos hacen sentir vulnerados, despreciados, frágiles, quizá hostiles hacia nuestro rival. Y también nos avergüenzan… nos negamos a admitirlos y mucho más a confesarlos.