Jil van Eyle (Hilversum, Holanda, 1967) pasó una infancia dura pero feliz. Hizo una carrera profesional demasiado rápida, creó su propia empresa, ganó mucho dinero, cometió errores y, finalmente, lo perdió todo. Era lo que podríamos denominar un «ejecutivo agresivo» que pensó que la felicidad consistía en tener mucho dinero y poseer un coche caro. Hasta el año 1998, cuando nació su hija Mónica con una grave enfermedad conocida como hidrocefali...
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