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Juan Andrés Verde

Juan Andrés Verde

Mi nombre es Martín Etcheverry y tengo el orgullo de presentar al Gordo. Soy diez días más grande que él y somos amigos desde los cuatro años. Fuimos al mismo jardín, luego compartimos el Colegio Monte VI y terminamos en el Juan XXIII.
El Gordo siguió la carrera de Veterinaria, pero –como dice él– cuando sintió el llamado al sacerdocio: “se cambió de animales”. Dejó la veterinaria para meterse de Cura. Todo comenzó en aquella misión en “El Paiva” (Sarandí del Yí), que le cambió la vida por completo. Hoy ya lleva 3 años de sacerdote ¡muy intensos! Antes, supo trabajar en diversos rubros: desde un frigorífico hasta un centro educativo como “Los Pinos”. Otra de las tantas cosas que tenemos en común, es la pasión por el Rugby. Hemos compartido varias giras, torneos, sudamericanos y mundiales juveniles, tanto con el club (CPC) como con la selección sub 20 (Teritos). Eso lo llevó a utilizar el rugby como “excusa” para muchas obras buenas: desde entrenar reclusos en las cárceles, hasta fundar un nuevo club: “Ceibos Rugby” –algo que logramos junto a un lindo grupo de amigos–.
El Gordo fue un tremendo jugador, muy agresivo y aguerrido dentro de la cancha. Se defendió bien como estudiante y siempre con una excelente familia detrás.
Entre sus tantas aventuras: fue miembro fundador del Movimiento Luceros; creó la Asociación Civil
Cireneos y junto con los vecinos del Barrio Santa Eugenia –y un increíble equipo de jóvenes de Stella Maris–, levantó una Capilla en pleno asentamiento, con diversas iniciativas y propuestas.
Muy alegre, mañero, de bromas pesadas, cómplice, compinche, no se achica y siempre se las ingenia para que “apuntemos al Cielo”. Yo digo que tiene un don, y es el de ser feliz como vive. Pero es una felicidad difícil de entender. Yo la llamo: “felicidad espejo”. Él es feliz haciendo o intentando hacer feliz a los demás. Generalmente somos felices cuando logramos objetivos propios (recibirte, conseguir un buen trabajo, tener una linda familia...) Pero parecería que el objetivo del Gordo no pasa mucho por sus asuntos personales... El gordo ha volcado su vida entera, totalmente a los demás, por amor a Dios. Hoy es Cura en una Iglesia donde vive rodeado de jóvenes, que buscan ayudar a los más necesitados.
Nunca tiene tiempo para nada, porque siempre tiene tiempo para todos. Misiones, campamentos, retiros, charlas, convivencias, casamientos, bautismos, entierros, misas, visitas a enfermos... En las más
complicadas, con las cosas más insólitas, siempre hay alguien que lo llama con un problema. Y el Gordo... como un abrojo, se prende a todo.
Ha recorrido el País entero, con charlas en teatros, escuelas, liceos, iglesias; conferencias empresariales...
Y entre el rugby y sus ponencias ha visitado más de 15 países, pero no hay nada para él que se iguale al campo uruguayo, su gente y tradición. Eligió una vida llena de sacrificios, con grandes renuncias... pero su “tesoro en el Cielo” parecería ser cada vez más grande.
El Gordo es mi mejor amigo, un hermano del alma y si me preguntás cómo sería “un amigo ideal”, diría Juan Andrés Verde, sin cambiarle nada. Creo y pienso que es el amigo que todos quisieran tener, y le agradezco a Dios por darme un amigo así.

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